Hola amigos y bienvenitu (aquí somos de idiomas).
Por fin verano, aún no me creo que haya dejado atrás todos estos meses que parecía que no se acababan… ahora toca disfrutar del sol (más le vale al sol venirse por Coruña de visita vamos) y de esta nueva “normalidad” de la que tanto se habla. Por supuesto, siempre con sentidiño gallego. Y qué mejor forma de empezar el mes que con un post diferente y muy especial, así, para despedir con cariño Dublín que tantas alegrías ha traído consigo. Hoy os cuento mi experiencia viviendo con una familia irlandesa.

¿EMPEZAMOS O QUÉ?
Lo sé, lo sé, estáis pensando que cómo no os había contado antes que durante mi viaje a Dublín había estado viviendo con una familia de allí. Pues sí, estaba esperando a este momento exactamente para contároslo y es que siempre había querido vivir esta experiencia y aquí llegó por fin la oportunidad. Lo hice con una empresa llamada Sheffield, que oferta viajes al extranjero para aprender idiomas. Tú eliges destino y duración, que en mi caso fueron Dublín y una semana. ¿Cómo funciona esta empresa?, os explico…
Antes de ir, después de inscribirte y realizar los pagos, te mandan, mediante una plataforma que tienen, la familia que te ha tocado y una breve descripción de dónde viven y qué suelen hacer. Yo fui con una amiga, así que íbamos dos en el mismo pack. Nuestra familia estaba formada por un matrimonio sin hijos que vivía en un pueblecito tranquilo a unos 30 minutos en bus de la escuela de idiomas y, desde allí, estábamos a otros 20 minutos en metro del centro de Dublín. La casa era muy bonita y acogedora y ellos dos, todo amor. Nos reservaron para las dos una habitación pequeñita y un baño solo para nosotras (como reinas vivíamos vamos). Además, teníamos wifi y desayuno, comida y cena preparada todos los días.

Cuando llegamos nuestra primera parada fue la escuela de idiomas ya que el programa incluye clases, 5 de los 7 días por la mañana y con profesores nativos. Por las tardes, es cuando se visita a la ciudad. Allí nos dieron una charla (la típica chapa de casi una hora donde te enumeran todas las cosas que no puedes hacer), en ella nos contaron los horarios y nos dieron un colgante en el que llevábamos nuestra dirección y nombre completo, además de un mapa y unos teléfonos a los que llamar en caso de cualquier emergencia (solo nunca te vas a sentir, por eso no te preocupes). Después fue cuando las familias empezaron a llegar a recogernos. Ese fue uno de los momentos más guays del viaje, entrar en el coche y empezar a hablar con ellos como si fueramos aquí inglesitas (un show vaya).

En las clases, separados por niveles, trabajábamos sobre todo nuestro “speaking” y “listening”. La verdad es que tenía muy bajas expectativas, pensé que iba a ir básicamente a vivir la vida y que no iba a aprender nada. En efecto, vivir viví pero eso no quita que dejara de aprender. Aunque a simple vista puede parecer un rollo estar tantas horas en clase, al final se hacían súper llevaderas. Aprendíamos vocabulario útil para manejarnos en nuestros viajes y algo de historia sobre Dublín o Irlanda en general, a través de canciones y pelis entre otras cosas. También hacíamos “excursiones”, como un día que nos llevaron a una biblioteca a hacer un juego de buscar cositas en libros. En su momento miraba bastante la hora con mucha impaciencia de salir ya a ver la ciudad en sí pero lo cierto es que ahora, haciendo examen del viaje, no cambiaría las clases por más tiempo fuera. De ellas, me llevo muchos recuerdos y algo más de soltura hablando y escuchando en inglés (que no me venía nada mal).
Y por las tardes, visitábamos la ciudad. Esa era la mejor parte claro. Todos los sitios que vi los tenéis en los post sobre Dublín (7 imprescindibles de Dublín) (Sitios de interés en Dublín). Además, algún día, en vez de cenar con las Familia’s nos quedamos por el pueblo todos juntos. Y sí, creo firmemente que esos son los momentos que hacen que los viajes merezcan la pena, ya que una parte fundamental es la buena compañía (y yo tenía la mejor jejeje).

¿Conclusión?… pues que os recomiendo 100% vivirla, al menos una vez en la vida. Ya no es solo por conocer el lugar al que viajas o por lo mucho que disfrutas con tus amigos y entonces compañeros de viaje, sino por todo lo que aprendes más allá incluso del idioma. Aprendes a defenderte “tú solo” fuera de tu zona de confort, allí nadie va a solucionarte tus problemas; aprendes a valorar tu casa y a darte cuenta de que no todas las familias funcionan igual que la tuya; aprendes a mirar con otros ojos tu propia ciudad, ver como otros quieren lo suyo hace que tú empieces a fijarte más en lo tuyo; aprendes a confiar en ti y en tu dominio de la lengua (no hay que olvidar que el objetivo es mejorar el idioma elegido), en mi caso tenía mucha inseguridad al hablar ingles en público y ahora me veo mucho más capaz de ello; y como no, aprendes a disfrutar del momento ya que eres consciente de que los días pasan y de que tienes que aprovecharlo al máximo.
Cada uno es como es, así que supongo que muchos podéis sentir algo de miedo al pensar en la idea de hacer algo así. Mi consejo es que intentéis olvidaros de eso, las barreras muchas veces nos las ponemos nosotros mismos así que lanzaros a la piscina porque os aseguro que os encantará. Yo desde luego, recuerdo este viaje con un cariño muy especial y me muero de ganas de tener la oportunidad de volver a vivir algo parecido.

Esto es todo amigos. Os ha sorprendido el post eh… si es que en lamaletadepauli nunca sabes lo que puede venirse. Espero que os haya gustado y que a más de uno os haya picado el gusanillo este de iros unos días lejos a… ¿vivir?. Viajar, para mí, siempre será sinónimo de vivir. Por supuesto, gracias por leerme y nos vemos el mes que viene con mucho más (y mejor).